domingo, 28 de julio de 2013

Y en el medio, Ángeles


Preguntarnos por qué el caso Ángeles tomó tamaña trascendencia no sería original ni nos llevaría a ningún lado.
Contestar el por qué, eso sí, sería original.
Yo, personalmente, no sé qué responder. Si quiero ser sincera, y quiero serlo, debo confesar que me senté delante del televisor durante horas escuchando a periodistas de trayectoria en temas policiales -Facundo Pastor, Mauro Szeta, Canaletti, entre otros-  tratando de entender qué había pasado con Ángeles. 
Otra vez, la maldita inmediatez de la primicia dio a luz revelaciones que nada tenían que ver con la realidad y, a mi entender, embarraron la cancha. Aclaro que es a mi entender porque hablando con una colega me expresó claramente que ella no comparte mi opinión.

Volvamos a mi sillón, horas pasé en él con el control remoto en la mano tratando de ver si Opatowski tenía o no cara de asesino, si el portero estaba engripado, o si la hermana de una vecina que finalmente no era tal había escuchado, desde el sur, una conversación comprometedora.
Morbo. Muy mío.
Morbo familiar, porque no estaba sola en el sillón.
Morbo laboral. Morbo Social.

Es que el crimen primero se presentó como un caso de inseguridad que nos afectaba a todos: una adolescente había sido secuestrada al salir de su clase de gimnasia a plena luz del día; presuntamente violada, asesinada y tirada a la basura. Mucho. 
Nos indignamos, era un problema de todos. Éramos un país en el que nos mataban cruelmente a nuestras hijas. De pronto, y gracias a la tecnología utilizada en los circuitos de cámaras de vigilancia, descubrieron que Ángeles había regresado a su casa y ya no era más un muerto de todos.
Respiramos, dormimos tranquilos. 
La inseguridad estaba en su casa, en su edificio y nosotros volvíamos a ser “Argentina, un país con buena gente", excepto uno o dos que ¡gracias a dios! estaban lejos de acá.
Y si no nos afecta, y si estamos tranquilos, entonces podemos comprar pororó y sentarnos a ver qué pasa y quién nos dá más detalles. 
“MUY”cruzó todos los límites. Bajo, inaudito, imperdonable, pero se agotó. Un editor inescrupuloso, que sabe que somos una sociedad de doble discurso, seguramente ese día consiguió un ascenso. Quisiera aclarar que no la compré ni la miré en actitud de repudio, pero los que sí lo hicieron dicen lo mismo así que no sirve de mucho la aclaración.
Pero es la tecnología lo que aquí nos ocupa, por eso me permito decir que ha sido la única que aportó datos ciertos e irrefutables: una cámara que la filmó regresando a su casa, el descubrimiento del ADN de Mangeri en las uñas de Ángeles, el luminol indicando la presencia de sangre.
La tecnología aplicada a la ciencia es, hasta ahora, la única que no se contradijo. 
La tecnología aplicada a las comunicaciones es la que nos trajo un torrente de información, veraz o no, hasta el sillón de casa.
El caso, por ahora, sigue sin resolver y en el medio, Ángeles.
Loreley Flores


Para los interesados, dejo el link de una nota del periodista y escritor Rodolfo Palacios, publicada en "Crimen y razón" el día 16/07/2013



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